Post Image


Definir el valor de las cosas por el precio que tienen es habitual, pero ¿es real?

Hay muchas particularidades en cada decisión que tomamos cuando nos disponemos a pagar por algo que buscamos o necesitamos, entre ellas podríamos diferenciar entre aquellas más racionales y otras que no lo son tanto. Algunas que destacan son:

  • El tiempo, con doble vertiente: tiempo que se tarda al producir –más rápido mejor, obvio– y caducidad, si está hecho en nada pero también deja de ser útil en poco tiempo el valor que le damos decae.
  • Las opciones y medida nos resultan importantes también, cuando más grande y variado mejor. Para «que no nos falte de ná». Pero, hay veces que, nos sentimos perdidas entre miles de opciones que no necesitamos de una cosa enorme, vivimos saturadas de información. Saber qué necesidades reales hay en un proyecto a día de hoy y, también, intuir cuáles tendrá en un futuro es un reto de los grandes. Un reto que aceptamos para no producir una cosa demasiado ajustada ni de pasarnos desarrollando partes innecesarias que marean o suponen un sobrecoste.
  • La experiencia que nos aporta, viajar a 850 Km en autobus es quizás muy económico pero también tedioso. Hay medios que son un fin en sí mismos, viajes que merecen la pena por aquello que nos han aportado en el camino, pero estamos aquí para resolver problemas y dar respuesta a necesidades, no para hacer poesía. Queremos hacer 850 Km y queremos un viaje agradable.
  • Finalmente, por lo tanto, tenemos que tener en cuenta dar respuesta al problema o necesidad que se nos plantea, aquella cuestión por la cual hemos empezado un proceso es importante. A veces, sin embargo, tenemos sorprensas, cuando se nos presentan planteamientos incorrectos. Un ejemplo que nos hemos encontrado de forma reiterada es la necesidad de una web sin más. El deseo de tener presencia en internet sin hacer el trabajo previo de plantearnos qué y cómo somos, así como qué y cómo queremos comunicar, se suele desarrollar de una de estas dos maneras:
    • Hacerlo en ese momento, definir quién y como somos desde aquello más básico hasta concretar una estructura, un tono, una marca…
    • Entrar al barro y empezar un proyecto que resultará en una mala experiencia y sí, tendrás una web tal y como pides, pero realmente no dará respuesta al problema que tienes, solo al que plantees. Haremos 850 Km sin ropa ni zapatos, sin maleta.


Además de estas cuestiones, que seguramente toda persona que empieza un proyecto se plantea, hay otra cosa que en La Puput valoramos mucho:

  • La identidad, ¿cómo elegimos el bar al cual vamos a tomar una cerveza? Encontramos el mismo precio por la misma marca en la misma botella en multitud de lugares, algunos nos hacen sentir como en casa y otros no. La ropa que llevamos, la música e incluso los electrodomésticos y utilitarios, como el móvil, la bici y el coche tienen algo que nos hace sentirlos nuestros. Dentro de este algo podríamos hablar también del impacto al medio ambiente, de género y sexo, de consideración y representación de la diversidad humana… Hay una parte de expresión relacionada con nuestros valores personales cuando tomamos una decisión.

El valor de una cosa como el diseño es complejo, un concepto que todavía estamos aprendiendo, que trabajamos a diario e intentamos desarrollar junto a aquellas personas con las cuales compartimos proyectos. Entendemos que el valor del diseño es todas estas cosas aquí nombradas: el tiempo, las funciones, la resolución de problemas y el coste. Pero si no tenemos un marco para crear valor en el contexto de estos parámetros, estamos disparando a ciegas. El uso que damos en el diseño gráfico de la semiótica, como utilizamos los signos textuales y gráficos para comunicar un discurso o crear un relato, es social y cultural pero además es personal y tiene consecuencias. Por poner un ejemplo, actualmente y desde hace medio siglo, encontramos imágenes que de forma reiterada utilizan representaciones de una mujer joven, blanca, infantilizada y cosificada. Vivimos en una sociedad y cultura donde se valoran positivamente estos aspectos y hacer uso de este tipo de representación supone perpetuar ese signo, ese estereotipo. Sin embargo, un diseño actual puede resultar en una alternativa, en una respuesta diferente que influirá en el contexto del cual ha surgido para cambiarlo.

Proponemos, por lo tanto, aplicar estrategias multifacéticas, una manera de entender el valor del diseño desde varias perspectivas. Por eso, lo que queremos es ofrecer productos y servicios que apoyen también aquello más personal y el contexto. Respuestas que tengan en cuenta algo más que la utilidad, que tengan en cuenta toda la cadena o red que hay entre los dos conceptos en principio más alejados y más importantes:

¿Podría ser el valor del diseño aquello que se articula de forma responsable, ordenada y equilibrada entre entre la función y la emoción?

Comments are closed.